lunes, 9 de julio de 2007

Einstein, Dios y la Arquitectura


En el libro "Querido Profesor Einstein", editado en el 2004 por la Editorial Gedisa, se publican numerosas correspondencias que Albert Einstein ha tenido con chicos de todo el mundo.
Transcribimos una pregunta y su respuesta:
"¿Los científicos rezan?
De Phyllis, Nueva York 19 de enero de 1936.
Mi querido doctor Einstein: Nos hemos planteado la pregunta: "¿Los científicos rezan?" en la clase de catequesis. Surgió al preguntarnos si podíamos creer a la vez en la ciencia y la religión. (..) Nos honraría recibir su respuesta a la pregunta: ¿Los científicos rezan, y para qué rezan? (...)
Respetuosamente. Phyllis"

"24 de enero de 1936. Querida Phyllis: Intentaré responder a tu pregunta con la máxima sencillez que pueda. Esta es mi respuesta: Los científicos creen que todo lo que ocurre, incluidos los asuntos humanos, se debe a las leyes de la naturaleza. Por tanto, un científico no se siente inclinado a creer que el curso de los acontecimientos pueda verse influido por una plegaria, es decir, por un deseo manifestado de manera sobrenatural.
Ahora bien, debemos reconocer que nuestro conocimiento actual de estas fuerzas es imperfecto, de manera que, en última instancia, la creencia en la existencia de un espíritu último se basa en algún tipo de fe. Tal creencia continúa siendo muy común, a pesar de los logros actuales de la ciencia. Pero asimismo, todo el que desarrolla concienzudamente una investigación científica se convence de que existe cierto espíritu manifiesto en las leyes del universo, inmensamente superior al del hombre. En este sentido, el objetivo de la ciencia conduce a un especial sentimiento religioso, que, sin duda, es bastante diferente de la religiosidad de alguien más ingenuo. Con un saludo cordial. A. Einstein"

Si nosotros trazaramos una analogía entre esta última frase y la relación entre los estudiantes y arquitectos y las figuras destacadas en nuestra profesión, si bien habitualmente no les rezamos, muchas veces nos quedamos con primeras impresiones que maravillan nuestros ojos. Como bien explica el científico, sería muy diferente si esa admiración naciera de un profundo análisis y su posterior reflexión, de verificar las ideas en obras y comprender los problemas donde ellas hayan sido puestas a prueba.
Seguramente con los verdaderos maestros, inclusive los más jóvenes, tendríamos una relación más sólida y fructífera.
(Imagen del Crown Hall de Mies van der Rohe luego de su reciente restauración)

Editado por el arq. Martín Lisnovsky

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